viernes, 2 de febrero de 2007

Lo que China sólo encuentra en África y AL

Pekín necesita de recursos naturales para seguir con su vertiginoso crecimiento económico, o no será capaz de alimentar y dar empleo a la mayor población del mundo. Por ello, se adelanta a Estados Unidos y Europa en la búsqueda de nuevas alianzas y amistades con los países de América Latina y África.

After the Bell (ATB)

Un antiguo mapa podría situar a los exploradores chinos por delante de Cristóbal Colón en la línea del tiempo de la historia universal. El documento, presentando simultáneamente en Londres y Pekín el pasado enero, sería una copia de 1743 hecha a partir de otro mapa de 1418. Su veracidad, todavía pendiente de una prueba de datación, comprobaría que los navegadores chinos exploraron América décadas antes de la llegada de Colón (1492) al continente. La idea de que las flotas chinas del siglo XV merecen un renovado reconocimiento histórico no es reciente, pese al escepticismo de muchos expertos hacia documentos como el mapa hecho público el pasado enero. Los logros de las exploraciones históricas chinas seguirán siendo, por tanto, una incógnita hasta que se acepte una prueba definitiva de las visitas de las embarcaciones imperiales a las costas americanas. Lo que sí se sabe hoy día es que China vive una renovada época de “exploraciones” por el mundo. En este caso, no es necesario esperar por pruebas científicas, sino tener los sentidos atentos a las noticias. China conquista nuevos dominios cada día, siempre y cuando un representante oficial firma un acuerdo comercial o de colaboración con otro país. Tales incursiones del presente, al contrario de las navegaciones del pasado, se traducen en unas conquistas casi aseguradas, puesto que Pekín juega con lo más efectivo: dinero para comprar, prestar e invertir.

China tiene prisa para crecer. La segunda mayor economía mundial, con una población de 1.300 millones de personas y el segundo mayor presupuesto de defensa del mundo, se ha impuesto un ritmo de crecimiento vertiginoso. Según datos oficiales, el crecimiento de su Producto Interior Bruto (PIB) se mantuvo cercano a los dos dígitos a lo largo de la última década. Las consecuencias de ello también son vertiginosas. La apetencia de la economía por materias primas se ha incrementado en la misma proporción, convirtiendo al país en el primer consumidor mundial de cimiento, por poner un ejemplo. Las necesidades en el campo energético también se destacan en las estadísticas, con lo que Pekín figura como el segundo consumidor mundial de petróleo, por detrás solamente de Estados Unidos y por delante de Japón. No sorprende tampoco que sea cada vez más difícil alimentar a la población creciente de los centros urbanos, cuyo poder de compra registra repetidos incrementos en las estadísticas. Las estimaciones son de que entre 90 y 300 millones de chinos emigraron del campo a las ciudades en los últimos años. A ellos se deberán sumar entre 100 y 200 millones de emigrados durante la próxima década, lo que reducirá sensiblemente la capacidad de producción del campo. Los núcleos urbanos son la fuerza motriz del desarrollo económico, y deberán tener sus necesidades saciadas. En Shangai, uno de los puntos neurálgicos del boom chino, se supone que se incorporan cada año un millón de nuevos habitantes. Existe hoy una necesidad vital de alimentar y emplear la población, sin lo que el crecimiento económico y el propio orden social quedarán amenazados.

China conquista
nuevos dominios
cada día, siempre
que un representante
oficial firma un acuerdo
comercial con otro país


Por todo ello, el gobierno chino ha puesto en práctica una política externa y diplomática con un objetivo claro: obtener en otras regiones del planeta la energía y materias primas tan necesarias para el crecimiento económico. Los mayores éxitos los está obteniendo en África y América Latina, dos continentes donde a la abundancia de recursos naturales se suma los intereses de los gobernantes de países en desarrollo por ayudas económicas y una mayor presencia en la política internacional. Esa forma de actuar de Pekín recibe críticas, y no son pocos los expertos y representantes de la comunidad internacional que la clasifican de oportunista. El pasado diciembre, un oficial de la administración de Taiwán –el gobierno chino no reconoce a Taiwán como un Estado, sino una provincia rebelde– acusó a Pekín de comprar reconocimiento diplomático en África con 250 millones de dólares (cerca de 208 millones de euros) en préstamos ofrecidos a cinco países, además del cancelamiento de sus deudas económicas. El discurso oficial, sin embargo, lo rechaza. “Nuestras relaciones con los países africanos son basadas en la igualdad y en el beneficio y respecto mutuos”, dijo
Liu Jianchao, portavoz del ministro de Relaciones Externas. Los viajes oficiales del presidente Hu Jintao a África y América Latina, así como de ministros, embajadores y altos cargos del gobierno, son un hecho. En estas ocasiones, invitados y anfitriones suelen firmar acuerdos cuyas aportaciones son siempre las mismas: recursos económicos de parte de China en cambio a recursos naturales o oportunidades de negocio en el mercado local.

La elección de África y América Latina como principales blancos de la actual política externa china no es porque sí. Las palabras clave para entender la política exterior china hacia los dos continentes son recursos naturales, influencia política y Taiwán. En este último caso, hay que tener en cuenta que está en juego el reconocimiento internacional de la república reclamada por Pekín. En América Central, seis países –Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador– mantienen relaciones diplomáticas oficiales con Taipei, mientras que en el Caribe lo hacen Haití, República Dominicana, las islas de Saint Kitts y Nevis y San Vicente y las Granadinas. En América del Sur, dónde la influencia china ha logrado mayores cambios de punto de vista, sólo el Paraguay no ha dejado de reconocer a Taiwán como un Estado independiente. En cuanto a los recursos naturales, hay que tener en cuenta que los mandatarios chinos no son elegidos democráticamente, con lo que su legitimidad está condicionada también al bien estar (o por lo menos la sensación de que él existe) de los 1.300 millones de habitantes. La población podría salir a las calles para exigir cambios en el caso de que se elevara el desempleo o se notara la escasez de alimentos energía o recursos básicos. El gobierno chino aprendió con las protestas en la Plaza de Tiananmen en 1989, cuyas imágenes de represión contra los estudiantes dieran la vuelta al mundo. La disponibilidad de materias primas, por tanto, es una necesidad vital no sólo para la estabilidad económica sino también social. Por eso, será necesario hacer aliados, o por lo menos amigos.


US$ 100.000 millones en América Latina

Venezuela podría definirse como uno de los principales socios económicos chinos de la actualidad. Las afinidades del presidente
Hugo Chávez con el gobierno chino son evidentes y han generado ventajas para ambos lados. Venezuela es el quinto mayor productor de petróleo del mundo, con una producción diaria de 2,5 millones de barriles, y también uno de los países opositores a la influencia estadounidense en la política internacional. Pekín, en muchos casos, se presenta como un interlocutor alternativo a los Estados Unidos para acercarse a los países que pueden ofrecerle lo que busca, lo que parece ser una forma de actuar bastante efectiva. China ha invertido 1.000 millones de dólares (cerca de 833 millones de euros) en proyectos relacionados al crudo y se ha comprometido a gastar otros 350 millones de dólares (cerca de 291 millones de euros) en la explotación de campos de petróleo venezolanos, además de otros 60 millones de dólares (cerca de 50 millones de euros) en proyectos de gas. Durante su visita a Pekín en 2004, Chávez declaró al mundo la importancia del gobierno chino como uno de los principales inversores del país, lo que no dejó de ser notado en Washington. La administración del presidente George W. Bush tiene un interés especial por las decisiones tomadas en Caracas no sólo debido a los recientes ataques del presidente Chávez a su homólogo, sino también porque los Estados Unidos importan el 15 por ciento de la producción de petróleo venezolana. La dependencia energética de la Casa Blanca es tan alarmante, que el tema forma parte de la candidatura de la ex primera dama Hillary Rodham Clinton a la presidencia de EEUU.

Pekín, en muchos casos,
se presenta como un
interlocutor alternativo
a los Estados Unidos

En Brasil, los encuentros oficiales también fueron proficuos. El presidente Hu Jintao, que fue recibido en Brasilia en 2004, ofreció un acuerdo de aproximadamente 7.000 millones de dólares (cerca de 5.830 millones de euros) en inversiones en puertos y ferrovías, lo que solucionaría los problemas de distribución en el país, cuyo sistema de transportes está basado en las carreteras. El presidente chino animó además a
Luiz Inácio Lula da Silva a que los dos países intensifiquen sus relaciones comerciales en la próxima década. La condición para que las inversiones comiencen a llegar, sin embargo, recibió poca atención de la prensa internacional, pero es fundamental para entender los intereses del mandatario chino. El presidente Lula tubo que reconocer a China como una economía de mercado, lo que no refleja la realidad, puesto que, para ello, la economía china debería funcionar bajo las reglas internacionales de comercio exterior. Pekín es el tercer principal comprador de productos brasileños, por detrás solamente de Estados Unidos y Argentina, socios económicos históricos de Brasilia. Las vendas para el país asiático aumentaron un 24 por ciento el pasado año, alcanzando los 8.390 millones de dólares (cerca de 6.990 millones de euros). Los principales productos exportados, según datos oficiales, fueron los minerales de hierro y la soja. Los sectores que más ampliaron sus ventas, sin embargo, fueron los del petróleo y derivados (un 44,4 por ciento), azúcar (58,6 por ciento) y alcohol (111,2 por ciento), dando pistas de las necesidades de la economía asiática y de lo que Brasil tiene a ofrecer. “Ese proceso de diversificación de los socios económicos que hemos visto en los últimos años da consistencia al crecimiento de las exportaciones brasileras”, anunció el secretario ejecutivo del Ministerio del Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, Ivan Ramalho, el pasado enero.

El anuncio más importante, Hu Jintao lo haría en Argentina, durante su visita al país también en 2004. Además de firmar un acuerdo de 20.000 millones de dólares (cerca de 16.600 millones de euros) para la próxima década en proyectos de construcción civil y de explotación de petróleo y gas –esencial para una economía que todavía se recupera de la crisis de 2001–, el mandatario anunció que invertirá hasta 100.000 millones de dólares (cerca de 83.300 millones de euros) en el continente hasta 2014. Durante las visitas oficiales del mandatario chino al continente en 2004, que incluyeron Chile y Cuba además de Brasil y Argentina, fueron firmados 39 acuerdos en diversos sectores, incluso el de la exploración espacial. Para muchos expertos, América Latina y el país asiático viven el mejor momento de la relaciones comerciales en la historia de ambos. En 1975, por poner un ejemplo, las transacciones comerciales sumaban escasos 166,6 millones de euros, cifra que se situó por encima de los 2.300 millones de euros en 1988, y que hoy alcanza los 33.300 millones de euros. Los resultados de la política exterior de la superpotencia hacia el continente son todavía una incógnita, pero tanto analistas internacionales independientes como representantes del gobierno de Washington ven los acuerdos firmados y las futuras inversiones como una clara señal de que América Latina se ha convertido en una región estratégica para los planes de futuro de China. Pekín, vale recordar, juega con lo más efectivo: dinero para comprar, prestar e invertir.


Invasión de los mercados africanos

En África, la presencia china, ya sea en visitas oficiales o debido al crecimiento del numero de empresas de diferentes sectores instaladas en el continente, se ha transformado en una constante. En Angola, el gobierno local paga a un consorcio de empresas chinas cerca de 1.580 millones de euros por la reconstrucción de todas las carreteras, puentes, estaciones y otros equipamientos. Se sabe que Angola es un país extremamente pobre, pero muchos desconocen que se detiene en sus costas una de las mayores reservas de petróleo del mundo bajo sus aguas costeras. Las ventas del crudo han generado unos recursos económicos extras que posibilitan al país hacer contratos como el que permitirá la reconstrucción de la infraestructura nacional. ccc. El petróleo no es el único producto de interés, todo lo contrario. Así como en las negociaciones mantenidas en América Latina, las importaciones incluyen el hierro y sus derivados, algodón y madera, entre otros productos. En el caso de Angola, el acercamiento empezó por un estrechamiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países. China, en este sentido, se presenta no sólo como un socio comercial con gran poder de compra, sino también una fuente alternativa de crédito a los creederos históricos (Europa y Estados Unidos). A los 2.000 millones de dólares (cerca de 1.660 millones de euros) en acuerdos firmados en 2004, se sumaron otros 3.000 millones de euros (cerca de 2.500 millones de euros) en 2006.

Las relaciones comerciales entre África y China crecieron de 16.000 millones de dólares (cerca de 13.330 millones de euros) en 2000 a más de 40.000 millones de dólares (cerca de 33.300 millones en 2005), mientras que las tasas de crecimiento de los países subsaharianos han casi doblado en el mismo período, del 3 por ciento al 5,8 por ciento. El avance económico refleja no sólo las ventas de productos para China, sino también las importaciones provenientes del país asiático, lo que ha permitido que los productos manufacturados made in China invadieran los mercados locales. Una de las principales razones para ello es que las empresas chinas, al contrario de las sociedades de otros países, se instalan en países considerados arriesgados para la manutención de negocios, ya sea por conflictos internos o por la inseguridad jurídica. La relaciones de Pekín con los países del continente se han estrechado al punto del gobierno chino haber decretado el 2006 como “El año de África”. También se ha creado el Forum para la Cooperación África-China, una plataforma de diálogo y cooperación. El pasado noviembre, la 2ª Conferencia de Emprendedores Chinos y Africanos, realizada en Pekín, concluyó con la firma de 14 acuerdos entre empresas chinas y los gobiernos de los países participantes (Egipto, Etiopia, África del Sur, Nigeria, Kenia, Ghana, Zambia, Uganda, Seychelles, Lesoto y Cabo Verde) por la suma de 1.900 millones de dólares (cerca de 1.580 millones de euros). “Hemos llegado con gran ánimo a un acuerdo para construir un nuevo tipo de sociedad estratégica entre China y los líderes africanos en la bases de la igualdad política, mutua confianza, cooperación económica y intercambio cultural”, declaró el presidente Hu Jintao durante la ceremonia de conclusión del evento.

Pekín no ignora la
previsión de aumento
de la producción de
petróleo en África en
los próximos 20 años

La “sociedad estratégica”, sin embargo, crea anomalías que se podrían ser clasificadas con adjetivos menos positivos. En definitiva, Pekín no podría dejar de defender sus intereses económicos. El gobierno chino se posicionó en contra a una resolución fuerte de la Organización de las Naciones Unidas contra el genocidio de Sudán, lo que podría resultar en sanciones económicas y perjudicar las inversiones de 3.000 millones de dólares (cerca de 2.500 millones de euros) hechas en el país. La población sudanesa afectada por los conflictos de la calle, en este caso, no utilizarían palabras como igualdad o confianza para definir las relaciones bilaterales de ambos los países. Por las mismas razones económicas, China dijo que no firmaría el permiso de estrada de Irán en el Consejo de Seruridad de la ONU debido a su programa nuclear, a la vez que firmaba un acuerdo de 25 años de proyectos petróleo y gas por el valor de 83.300 millones de euros.


Reacción europea

Los resultados de 2ª Conferencia de Emprendedores Chinos y Africanos llamaron la atención de la canciller alemana Angela Merkel, que se pronunció públicamente en la misma semana en que se realizaba el evento. En una conferencia de prensa, la líder de la mayor economía europea dijo: “Nosotros europeos no podemos dejar el compromiso con África en manos de la República Popular China”. Para Merkel, Europa debe repensar sus política exterior hacia el continente, no sólo asumiendo una presencia más marcada, sino también condicionando los futuros acuerdos comerciales en un trato justo de los recursos naturales africanos. Por ello, la canciller anunció el pasado enero, durante la toma de la Presidencia de la Unión Europea, que el mandato alemán centrará sus atenciones en África durante el próximo semestre. La intención de Merkel es crear las condiciones para que Europa pueda realizar un evento de cooperación similar a la 2ª Conferencia de Emprendedores Chinos y Africanos en el segundo semestre (durante la presidencia de Portugal), atrayendo a los jefes de gobierno y de Estado de África negociaciones que pueden generar acuerdos comerciales y de cooperación.
Una mayor presencia económica europea en el continente, sin embargo, no podría igualarse a lo que está consiguiendo China, según opinión el corresponsal del periódico Francés Le Monde, Jean Pierre Tuquoi, la expansión china en los países africanos es “indisputable”. Europa, además de buenas ofertas, necesitará cambiar su propia forma de relacionarse con los gobiernos locales, que se muestran más dispuestos a compartir la mesa de negociaciones para decidir sobre acuerdos comerciales y de desarrollo efectivos, y sobre ayudas económicas (léase ATB de agosto-septiembre de 2005). Todo un reto para los representantes de Bruselas.

No hay comentarios: