miércoles, 14 de marzo de 2007

“España tiene uno de los mercados financieros más competitivos del mundo”

Entrevista con Jordi Conejos, presidente de Bankpyme.

El desarrollo económico del país en las últimas décadas, así como su integración a la Comunidad Europea, ha sentado la base de un sector financiero de mucha competencia. Las entidades han tenido –y seguirán teniendo– que descubrir su nicho, así como las necesidades específicas de sus clientes. En el caso de Bankpyme, cuyos clientes son particulares, familias, comercios y pequeñas y medianas empresas, el cuadro ofrece oportunidades renovadas de negocio. “El hecho de tener muchas pymes es una bendición muy importante”, señala Jordi Conejos, presidente de la entidad. Foto: Leandro Rodrigues.

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¿Cuáles son hoy por hoy las principales necesidades de los clientes particulares y de las pymes que acuden a las agencias de Bankpyme?

España es uno de los mercados en el que el sector financiero está más desarrollado. Por ello, hay más competencia, más ofertas de productos y los servicios son más sofisticados. Las necesidades de los clientes son básicamente una mejor rentabilidad y más oportunidades en un sector muy desarrollado y muy competitivo. Por todo ello, tenemos que ser algo más rápidos y algo mejores que la competencia. Nuestra estrategia es tener una oferta de productos propios y otra de productos creados en sociedad con otras entidades. También tenemos la obsesión de ser una banca universal, con un foco de banca personal desde el punto de vista del segmento de las pequeñas y medianas empresas, intentando hacer llegar a e este perfil de clientes productos que poco tiempo antes sólo eran accesibles para medianas y grandes fortunas.

Standard & Poor’s ha identificado, en un estudio con más de 300.000 pymes, que sólo una de cada 100 no hará frente a sus pagos en el próximo año. ¿Las empresas están aprovechando la buena condición financiera para invertir en el desarrollo del negocio?

Sí porque están buscando financiación a corto y a largo plazo para su propio desarrollo. Las pymes son fundamentalmente empresas familiares y por ello tienen una serie de dificultades de gestión, como la capacidad de financiación para crecer y una visión en algunos casos muy local. Por otra parte, eso produce una densidad empresarial tremenda, lo que es una de las claves que explican porqué España ha ido muy bien en estos últimos 20 o 30 años. Por todo ello, los pequeños y medianos empresarios no se juegan sólo una actividad empresarial, sino que también su futuro. Por tanto, es más difícil que ellos dejen de cumplir con sus obligaciones financieras hacia las entidades. La prueba es que la morosidad es muy baja, a diferencia de otros países.

El endeudamiento de las familias supone un riesgo para la economía española. ¿Hasta qué punto los bancos contribuyen a ese proceso?

Este es un debate abierto. La morosidad general y la morosidad por riesgo hipotecario son prácticamente inexistentes, o son muy pequeñas. Mientras exista una tasa de paro pequeña y una capacidad de generar empleo como ocurre en España, no deben haber demasiados riesgos. Hemos visto una caída importante de los tipos de interés en los últimos años, con una capacidad de financiar mucho más alta.

El reto para muchas
entidades es satisfacer
las necesidades y
la rentabilidad de
clientes que tienen
una capacidad de ahorro


Por otra parte, ha habido un incremento de los valores del patrimonio inmobiliario, acompañado de un alargamiento de los plazos de financiación, puesto que estar por encima de los diez años era muy infrecuente. Pese a estos factores, no hemos observado ningún riesgo de morosidad. Lo que sí es verdad que todas las entidades nos estamos fijando mucho en la capacidad de pago de los clientes y en los límites de concesión de las hipotecas para que no estén muy cercanos al 80 o 90 por ciento.

Los préstamos son un gran negocio para los bancos, ya sea por la vivienda o por el consumo. Estos productos, sin embargo, podrían representar un problema en el futuro debido al aumento de la morosidad. ¿Qué otros segmentos de negocios podrían ser mejor explorados?

Hemos entrado en una dimensión de riqueza en España que nunca la habíamos tenido. España ha dejado de ser en los últimos 30 años un país que exportaba mano de obra, transformándose en uno que importa trabajadores en número elevado. También ha pasado de ser un país con déficit de cosas muy importantes a otro que tiene una clase media con un nivel de ahorro importante. El reto para muchas entidades es satisfacer las necesidades y la rentabilidad de una parte importante y creciente de clientes que tienen una capacidad o que han hecho un ahorro en los últimos años.

Las entidades financieras españolas son consideradas las más rentables de Europa. ¿Cuáles son las razones determinantes para ello?

La competencia. El crecimiento de la economía y la entrada de España en la Unión Europea y la adaptación del país a las mejores prácticas empresariales y de gestión también han ayudado muchísimo, pero sobretodo la competencia del sector. Además tenemos que tener en cuenta que los clientes, con su capacidad de ahorro, son muy sofisticados. Por todo ello, España se ha convertido en uno de los mercados financieros más competitivos del mundo. Por eso, es muy difícil para entidades de otros países entrar en el mercado español.

¿Qué riesgos ponen en peligro la continuidad de este ciclo evolutivo?

Pocos a corto plazo. De todos modos, hay que mantener elevados los niveles de solvencia, buscar buenas rentabilidades y hacer las cosas algo mejor que ayer porque los mercados maduros exigen que estés muy atento con tu estructura de costes y que luches continuamente por una mayor eficiencia.

La reorganización del modelo de negocio de Bankpyme implicó un reajuste de las dimensiones de la entidad. ¿Los planes de expansión están congelados de momento?

Tenemos un plan de negocios que acaba este año, con lo que tendremos que tomar decisiones. Hemos cumplido el presupuesto algo mejor de lo que teníamos previsto, y este año tenemos que plantear que seguramente esto vaya por un crecimiento y por una expansión. Pero hasta este año nos fijaremos en consolidar después de haber hecho el planteamiento del nuevo modelo de negocio en el 2004. La expansión, sin embargo, será no sólo de cara a España, sino que también de cara a donde ya estamos en España.

La comisaria de Competencia, Neelie Kroes, ha advertido de la fragmentación del sector financiero europeo y de las dificultades de los consumidores y pymes para encontrar las mejores ofertas de productos. ¿El sector español estaría preparado para la competitividad de un mercado financiero comunitario efectivo?

El proceso de construcción europeo se está iniciando todavía, puesto que aún hay mucho por hacer. Desde el punto de vista del sector financiero, donde tal vez ha habido más liberalización y más información, hay varias estrategias. Algunas entidades, por ejemplo, han apostado por tener presencia europea vía adquisiciones y presencias accionariales significativas. Esto se está produciendo más de España hacia fuera, que del resto de Europa a España porque se trata de un mercado mucho más competitivo. Por todo ello, una matriz de más relaciones con otras entidades es algo que crece a cada año en el sector.

¿Un imperio decadente?

La política exterior estadounidense, con su reciente fracaso en Iraq, ha expuesto las deficiencias de una estrategia intervensionista equivocada y reencendido el debate doméstico sobre las verdaderas prioridades del país. Por ello, suben de tono las voces que reclaman la retomada del esfuerzo diplomático y de una mayor cooperación internacional en temas universales. Foto: CE.

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Si todo saliera como pronosticó la administración Bush hace cinco años, la invasión y la reconstrucción de Iraq costarían aproximadamente 50.000 millones de dólares (cerca de 41,6 millones de euros) para los Estados Unidos. El cálculo, sin embargo, parecía irreal para muchos analistas, que ya en aquella época preveían un coste superior para la guerra. Lawrence Lindsey, una consejera de la Casa Blanca para asuntos económicos en aquel entonces, cifró los gastos en 200.000 millones de dólares. El equipo del presidente, comprometido con los preparativos del conflicto, recibió la previsión más realista con disgusto no disimulado. La experta, poco tiempo después dimitió, en parte debido a las conclusiones de su estudio. A día de hoy, tanto los analistas como el elector estadounidenses observan asombrados como ambas previsiones estaban equivocadas. Las guerras, suele enseñar la Historia, no tienen un presupuesto previsible.


En el caso de la guerra de Iraq, el fin de las hostilidades y la subsecuente reconstrucción del país son todavía una incógnita, con lo que aumentan las críticas domésticas hacia la política exterior puesta en marcha por el presidente George W. Bush tras los atentados terroristas contra Washington y las torres gemelas de Nueva York del 11 S. La mayoría demócrata en el Congreso ha reencendido el debate político sobre la necesidad de un cambio de la estrategia de seguridad nacional. En las calles, las personalidades de Hollywood contrarias al gobierno son acompañadas por un número creciente de ciudadanos anónimos durante las manifestaciones callejeras, lo que podría representar un cansancio también por parte de segmentos menos conservadores del electorado del país.

“La política exterior de los Estados Unidos es radical, puesto que supone un cambio el pasar de la defensa a la seguridad. El peligro ya no es un Estado que les pueda atacar, sino los grupos terroristas. Las fuerzas armadas tienen que luchar contra ese tipo de terrorismo, con lo que el cambio tiene que ser radical. Esa visión también la tiene la estrategia de seguridad de la Unión Europea, es decir, se considera la posibilidad de que los terroristas utilicen armas de destrucción masiva. El problema lo tiene todo Occidente, pero los Estados Unidos han sido los más activos en el sentido de que han decidido utilizar todos los medios para evitar futuros ataques”, explica a ATB Félix Arteaga, investigador de temas de defensa y seguridad del Real Instituto Elcano.

Los interrogantes que comparten los políticos de la oposición y los ciudadanos más descontentes serían estas:


• ¿Hacia dónde quiere llegar EEUU con su política exterior?
• ¿Más valen las armas y la guerra, o las personas y el diálogo diplomático?
• ¿Cuáles son las verdaderas prioridades del país?
• ¿O es que, como un imperio decadente, sólo le queda persuadir con el desembarque de tropas?

El poder militar de la mayor economía mundial, de momento, aglutina las respuestas. Actualmente se sabe que la guerra en Iraq tiene un coste anual de cerca de 200.000 millones de dólares, el mismo valor que Lawrence Lindsey había previsto para toda la operación militar y que provocó tanto mal estar en la Casa Blanca.

Con la mitad de los recursos, según datos comparativos publicados recientemente por el The New York Times, el gobierno estadounidense podría encargarse de la atención médica de todos los estadounidenses excluidos del sistema público de salud del país. Un programa universal de educación preescolar no exigiría más de 35.000 millones de dólares anuales, mientras que la inmunización de los niños de todo el mundo contra el sarampión, la tos ferina, el tétanos, la tuberculosis, la poliomielitis y la difteria representaría una inversión anual de 600 millones de dólares. “El presupuesto de Bush [para la defensa] prueba que el imperio americano está en declive. La guerra en Iraq es insostenible. Aunque fuera un triunfo de reconstrucción de un país, basado en evidencias legítimas de amenazas contra nuestra seguridad interna, la guerra en Iraq devasta nuestro futuro económico”, escribió un lector al editor del periódico estadounidense el pasado 8 de febrero.

La mayoría demócrata en el
Congreso ha reencendido
el debate político sobre la
necesidad de un cambio de la
estrategia de seguridad nacional


El precio a pagar por la guerra y la supuesta lucha contra el terror, tanto en vidas como en dólares, se ha convertido en una cuestión nacional. Y es que las previsiones actuales de los probables costes totales de la guerra en Iraq –incluidos los recursos necesarios, por ejemplo, para el tratamiento físico y psicológico de los soldados heridos en combate– ascienden a cifras jamás pensadas incluso por quienes, en el pasado, consideraban justificada la invasión del país. Las proyecciones de diferentes analistas oscilan entre 1,2 y 2 billones de dólares, cifras que no sólo son difíciles de concebir sino que también dan la medida del problema del conflicto en el Oriente Próximo.

“Los americanos podríamos (y deberíamos) haber preguntado si habrá otras formas de gastar ese dinero que puedan mejorar nuestro largo recorrido de bienestar, y tal vez incluso nuestra seguridad. Si se considera la estimación de analistas conservadores de un gasto con la guerra de 1 billón de dólares, la mitad de esa suma podría haber financiado una sólida seguridad social durante los próximos 75 años. Si gastáramos en educación e investigación incluso una pequeña fracción de lo que quedara, probablemente nuestra economía estaría en una posición más fuerte. Si parte del dinero fuera destinada a la investigación de tecnologías de energía alternativa, o fuera utilizada para proveer medios para la conservación energética, seríamos menos dependientes del petróleo, y así más seguros. Los precios más bajos del petróleo que se obtendrían como resultado tendrían implicaciones obvias para el financiamiento de algunas de las amenazas actuales a la seguridad de América”, concluyen los economistas Joseph E. Stiglitz, de la Universidad de Columbia, y Linda Bilmes, de la Universidad de Harvard, en un informe publicado recientemente.

Las críticas a las prioridades de la política externa estadounidense provienen también de líderes internacionales. El pasado mes, el presidente ruso Vladimir Putin hizo un duro reproche a la actuación internacional de Estados Unidos, sugiriendo que el país estaría estimulando una carrera armamentista nuclear. Las palabras del mandatario ruso, pese a la retórica, se convirtieron en un vivo recuerdo de los tiempos de la guerra fría. “Atestiguamos un uso exagerado y casi incontrolado de la fuerza en las relaciones internacionales. Estados Unidos, ha traspasado sus fronteras nacionales en todas las formas y eso es muy peligroso porque nadie se siente ya seguro, porque nadie puede protegerse en el derecho internacional”, dijo.

Un mundo no “gobernable”

El imperio jamás ha estado tan expuesto. Así piensan muchos de los críticos a la política exterior estadounidense, y esa es la tónica de los análisis publicados no sólo por los periódicos más importantes del país, sino también por universidades y entidades independientes. El mundo ya no es “gobernable” como hace algunas décadas y tampoco se deja conducir por las decisiones de dos superpotencias dominantes. La dinámica de la política internacional es más compleja y cuenta con la participación activa de las potencias emergentes, los verdaderos enemigos son individuos aparentemente comunes que suben a autobuses que enseguida explotarán, el de al lado puede ser un coche bomba, mientras que un numero creciente de naciones decide aplicar sus propias estrategias de defensa sin antes consultar la comunidad internacional. Debido a esa complejidad, se critica la “paranoia”, la “prepotencia” y la “agresividad” estadounidense, por citar algunos de los adjetivos utilizados por quienes se oponen a las decisiones de Washington. En este cuadro, ¿cómo los Estados Unidos pueden encajar su tradición histórica de defender internacionalmente no sólo sus intereses nacionales, sino también los valores que consideran legítimos?

“Cuando los críticos hablan de prepotencia, se refieren a que involucran a los aliados, incluso a los más leales, ante hechos consumados. Esa es una asignatura que tiene pendiente la política exterior y de seguridad de Estados Unidos, no sólo hacia los aliados, pero también de comunicación hacia su propia sociedad. También necesitan superar ese recelo de las grandes potencias a la hora de compartir las soluciones. En el caso de Iraq, el gasto militar no está teniendo el resultado esperado, aunque las partidas destinadas a transformar la sociedad de Iraq hayan tenido algunos resultados parciales, como la realización de elecciones y un plan de seguridad tras otro. Pero por mucho dinero que inviertan y por mucho esfuerzo diplomático que se haga, los resultados están lejos de lo esperado. Dicho esto, es importante recordar que EEUU no está solo porque todos lo necesitan, así como las organizaciones internacionales de seguridad porque es el país que tiene la capacidad y la voluntad militar de actuar. Si se produce un aislamiento, muchas zonas del planeta tendrían el problema de encontrar a alguien que llenara el hueco”, complementa el investigador Félix Arteaga.

Las proyecciones de
diferentes analistas
para el coste total de la
guerra oscilan entre 1,2
y 2 billones de dólares


El periodista, escritor e investigador Anatol Lieven escribe que “una forma especialmente americana de mirar el mundo ha fallado en Iraq, así como la estrategia de la administración Bush”. Para él, el gobierno de Washington ha decidido actuar más allá de las fronteras nacionales sin tener en cuenta el concepto del “realismo ético”, una forma de pensar la política exterior defendida por diferentes intelectuales estadounidenses que se mostraban desilusionados con la estrategia utilizada durante la guerra fría. El realismo ético sería el modelo a seguir, representando “una estrategia internacional basada en prudencia; una concentración en posibles resultados en vez de buenas intenciones; un estudio cercano de la naturaleza, de los puntos de vista y de los intereses de otros Estados, así como una disposición para acomodar estos mismos intereses cuando no contradijeran los de América; y una mezcla de patriotismo americano asociado a una conciencia equitativamente profunda de los límites de la fuerza americana”.

El experto político Harlan Cleveland, a su vez, recuerda algunos de los logros de las políticas exteriores estadounidenses del pasado, comparándolos con la estrategia de la administración Bush. “Los estadounidenses y nuestro gobierno nos habíamos vuelto actores importantes en cada región del mundo. Estábamos comprometidos con temas regionales que también podrían ser considerados globales, como la erradicación de enfermedades infecciosas, la aviación civil internacional, los intercambios comerciales internacionales, la cooperación en políticas fiscales, el intercambio de la información, la investigación agrícola para el desarrollo, el mantenimiento de la paz por parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la atención a los refugiados y personas desplazadas, la capa de ozono, el calentamiento global y las técnicas de predicción del clima”, observa. Según él, este comprometimiento se ha transformado, atendiendo a los intereses de la actual administración, que no ha dudado en actuar con el uso del poder militar del país.

“En los primeros años de este siglo, el liderazgo histórico de Estados Unidos en una cooperación internacional constructiva ha sido seriamente perjudicado por dirigentes americanos. Una serie de decisiones tomadas en secreto en Washington, sumadas a las acciones unilaterales en todas las partes, han enredado las fuerzas armadas en la invasión de Iraq. Los planificadores del Pentágono evidentemente asumieron que su papel sería el de libertadores: creían que una población iraquí amistosa, liberada finalmente de 30 años de dictadura, se auto organizaría para reconstruir su propio país. Pero incluso en el caso histórico más favorable, y por poner un solo ejemplo, cuando los Aliados empujaron a los alemanes fuera de Italia durante la Segunda Guerra Mundial, la autoridad aliada tuvo que desplazar fuerzas de seguridad para implementar la gestión de un gobierno local, reconstruir la red energética del país, reconstruir puertos y carreteras y proveer grandes cantidades de comida y combustible antes que la gente traumatizada pudiera empezar a organizar su propio futuro democrático”, recuerda el experto.

El poder divino del imperio

Las grandes corporaciones de seguridad y armamento han sido apuntadas como un grupo de gran influencia en las decisiones de Washington, lo que no deja de ser un hecho si se considera el caso de Iraq. La política exterior, por tanto, tendría motivaciones económicas, puesto que la reconstrucción iraquí ofrece una infinidad de oportunidades (además de contratos en algunos casos demasiado favorables) a los contratistas. Ésa, sin embargo, no es la única fuerza de influencia en las decisiones de la Casa Blanca, apuntan los analistas. “Lo que es menos entendido es que todos los imperios de la historia han sido caracterizados por un declive de la razón y un aumento de la fe supernaturalista, combinada a una creencia en el imperio, con su emperador que tiene el mandato de Dios en la Tierra”, argumenta William Marina, investigador del Independent Institute y profesor de Historia en la Universidad Atlántica de Florida.

En su artículo Los imperios como períodos de ignorancia religiosa, el experto analiza la influencia religiosa en el gobierno estadounidense, así como las consecuencias negativas de las recientes acciones en política exterior para la visión que el mundo tiene de los Estados Unidos. Según él, el apoyo del fundamentalismo cristiano a la guerra en Iraq y al intervensionismo de EEUU fue precedido por intentos de grupos evangélicos de bloquear avances científicos y ponerse en contra a planteamientos menos conservadores de la sociedad norteamericana.

“Una forma americana de
mirar el mundo ha fallado
en Iraq, así como la estrategia
de la administración Bush”


“En el corazón de la idea del imperio, está la visión de que el Estado es la entidad fundamental de nuestras vidas. La legitimación del Estado como algo además de la fuerza y poder, se convierte en una necesidad extremamente importante. De ahí que la religión siempre ha sido una herramienta importante en ese proceso”, explica el experto a ATB. “América ha fallado en su esfuerzo de obtener la hegemonía sobre todo el planeta por medio de lo que algunos han llamado de el ‘Imperio universal’. Su ascenso, así como su declive, ha sido más rápido que lo de Roma. Los romanos llevaron a cabo la introducción de lo que se puede llamar una gran estrategia para hacer frente a su declive económico, retardando así el declive político. En Estados Unidos, sin embargo, hay pocas indicaciones, por lo menos hasta el momento, de que los líderes hayan hecho la misma clase de análisis intelectual o hayan adoptado una estrategia semejante”, agrega.

William Marina explica además en su artículo que el declive del imperio estadounidense es evidente en las últimas décadas debido a una serie de factores determinantes: la bancarrota creciente desde los años 60 como el aspecto económico más evidente, el declive cultural y la intolerancia respecto a diferentes temas científicos y de conocimiento. “Con la pluralidad de los que votaron en la última elección presidencial saludando “Hail George”, observemos que la presidencia de George W. Bush podría marcar el momento crucial de la aceleración excepcional de ese proceso”, concluye.

La herencia de Bush

De cara al futuro, otra pregunta complementa el cuestionario del principio del artículo: ¿se pueden prever mayores cambios en la política exterior estadounidense con una posible victoria de un candidato demócrata en las próximas elecciones presidenciales? La posibilidad es mínima, aunque los representantes del Partido Demócrata intenten demostrar lo contrario ahora que tienen reasumida la mayoría en el Congreso. “Quizás cambien el estilo o el objeto de las futuras decisiones, pero no el todo porque las políticas exteriores suelen ser consensuadas y cuentan con el respaldo de la sociedad. Por todo ello, puede que varíen alguna prioridad, pero no será un cambio radical. La posibilidad de un cambio más significativo existe si la experiencia en Iraq fracasa en algunos años o si el terrorismo resurge con fuerza”, evalúa Félix Arteaga, investigador del Real Instituto Elcano.

Hillary Clinton, que lidera los sondeos de las preferencias del Partido Demócrata para la candidatura a la Casa Blanca, se enfrenta a cuestionamientos desconcertantes siempre que en los mítines le preguntan sobre los motivos de su apoyo inicial a la guerra de Iraq. Ella se limita a decir que, sabiendo lo que hoy se sabe, nunca habría votado a favor de la ofensiva militar. El argumento, sin embargo, no convence del todo a muchos de los electores, que prefieren concentrar sus atenciones en el principal oponente de Hillary Clinton en las próximas primarias del partido. Barack Obama, que podría convertirse en el primer presidente negro de Estados Unidos, recibe aplausos animados de sus oyentes siempre que recuerda que se ha opuesto a la invasión de Iraq desde el principio. Los electores se sienten confortados con su rechazo a la solución bélica, sin recordar, sin embargo, que el candidato no precisó votar en 2002 por la resolución que decidió el futuro de Iraq, una vez que aún no ocupaba un asiento en el Senado.

La política exterior, con la guerra de Iraq en primera línea, será determinante para las pretensiones de cualquier candidato a la presidencia, ya sea del Partido Demócrata o del Republicano. La herencia la dejará George W. Bush, y tocará al nuevo mandatario estadounidense transformarla en lo que muchos esperan sea una nueva forma de actuar de la primera economía mundial.

El cambio de Al Gore


El ex vicepresidente de los Estados Unidos decidió dar un giro a su carrera después de la muerte de uno de sus hijos y de la derrota en las elecciones presidenciales de 2000. En su nueva labor, advierte: “España puede liderar la lucha contra el cambio climático en Europa”. Imagen: Divulgación.

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Hemos entrado en un período de consecuencias, muchas de ellas concebidas gracias a la ineptitud de la humanidad para los cambios de estilo de vida. Esa podría ser la síntesis del mensaje del documental Una verdad incómoda, protagonizado por el ex vicepresidente de los Estados Unidos Al Gore. La producción de Davis Guggenheim, en la que el político detalla las consecuencias del cambio climático reproduciendo en la gran pantalla su conferencia sobre el tema, se convirtió en un éxito mediático galardonado con el Oscar al mejor documental el pasado mes.

La recaudación de la película, según los resultados más recientes, ha ascendido a 23 millones de dólares. Al Gore, por tanto, ha conseguido llamar la atención global hacia esta cuestión. Es decir, el calentamiento global ha entrado en un período de aceptación por parte de gobiernos (rompiendo incluso con el escepticismo de la Casa Blanca) y de la prensa internacional, con lo que ya no es más un tema de universidades y científicos alarmistas.

No es la primera vez que una advertencia científica para un problema que afecta a toda la humanidad necesita de personalidades o grupos de música para trascender. Así ocurrió con el sida y la capa de ozono, por citar dos ejemplos. En el caso de Al Gore, que decidió dar un nuevo sentido a su carrera después de la derrota en la carrera presidencial de 2000 (la muerte de uno de sus hijos también lo influenció), la diferencia está en que pocas veces se ha visto a una figura política que se comprometiera tan explícitamente con una causa sin motivos electorales inmediatos.

Los principales candidatos del Partido Demócrata para las próximas elecciones presidenciales estadounidenses son los senadores Hillary Rodham Clinton y Barack Obama. La política, así parece, no es la mayor motivación de Al Gore. “No tengo ninguna intención de volver a presentarme [como candidato a presidencia]. Tenemos que difundir un mensaje de urgencia y esperanza”, dijo recientemente.

Liderazgo español

El ex vicepresidente aplica la disposición para llevar a cabo tal iniciativa en distintos frentes. El pasado mes anunció la creación, junto con David Blood, un ex jefe ejecutivo de Goldman Sachs Asset Management, de un fondo de inversiones que seleccionará las acciones de su cartera según el análisis de las actividades sociales, políticas y medio ambientales de las empresas. También estuvo al frente de la presentación oficial de un macroconcierto de 24 horas, ‘Save ourselves’ (Salvémonos) que reunirá a más de 100 artistas durante presentaciones simultáneas en Johannesburgo, Londres, Shangai y Sydney, además de otros países todavía sin confirmación.

Pocas veces se ha visto
a una figura política que
se comprometiera con
una causa sin motivos
electorales inmediatos


Junto con el magnate británico Richard Branson, fundador del grupo Virgin, anunció el premio de 25 millones de dólares para quienes puedan desarrollar sistemas y tecnología capaces de reducir la emisión de gases de efecto invernadero. “Enfrentamos el desafío de transformar la forma en que producimos energía, la forma en que viajamos y transportamos bienes, la forma en que construimos estructuras: todo lo que hacemos. ¿Hay alguna manera de rapiñar eficientemente el dióxido de carbono y sacarlo de la atmósfera?”, dijo. Al Gore también se ha involucrado en la formación de 1.000 voluntarios que utilizarán el mismo material audiovisual de la conferencia del político para informar a un número mayor de personas sobre el cambio climático.

En España, durante la presentación de la conferencia ‘El mayor problema actual de la humanidad: el calentamiento global y nuestra acción para frenarlo’, celebrada el pasado mes en el marco del I Encuentro sobre Energía, Municipio y Calentamiento Global, afirmó que “tenemos todo lo necesario para salvar el planeta menos la voluntad política, pero eso es un recurso renovable que otorgan los ciudadanos, no debemos olvidarlo. España puede liderar la lucha contra el cambio climático en Europa”.

Reconocimiento internacional

Por todo ello, el que fuera el vicepresidente de Bill Clinton recibe el reconocimiento internacional por su labor de concienciación. A los 58 años, Al Gore podría ser el próximo Nobel de la Paz de 2007, compartiendo la lista de probables postulados con el presidente boliviano Evo Morales, entre otras personas y organizaciones de todo el mundo que se han destacado por sus actividades. También ha sido nominado al premio Premio Príncipe de Astúrias de Cooperación Internacional 2007.

Del mismo modo, recibe críticas. Para muchos, el calentamiento global no deja de ser una exageración, y Al Gore una personalidad más que contribuye a difundir el alarmismo. En su penúltimo libro, Estado de miedo, el best seller Michael Crichton defiende el argumento de que el cambio climático carece todavía de comprobación científica, y que muchos intereses económicos estarían por detrás de las investigaciones científicas que aportan datos sobre las consecuencias de la emisión de gases de efecto invernadero para el clima.

Pese a las diferencias de visión de cada uno, la verdad es que más jefes de Estado y de gobierno están demostrando un mayor interés sobre el cambio climático, ya sea sobre la realidad y la fantasía en torno al tema. Lo que sí es probable es que estos líderes, en su búsqueda por información, no descartarán el documental de Al Gore.